Tras el rumor sordo del motor percibes el silencio de las llanuras, el inmenso vacío que se extiende a ambos lados del camino y que hace que, aún en movimiento, el horizonte parezca detenido. De madrugada los viajeros duermen o miran cansados por las ventanillas mientras te sientes cada vez más lúcido y consciente, capaz de penetrar en el paisaje que te rodea. Pero entre tanta ausencia lo único que queda eres tú y el camino, tus pensamientos. Todo lo demás se confunde y, a causa del movimiento, va quedando atrás…