Pero si a veces es difícil encontrar amarga a Estambul, no puede decirse lo mismo de Sofía (София), la capital de Bulgaristán que diría un turco. Me parece incluso que la amargura se queda corta para hablar de una ciudad que a simple vista se nos presenta sumida en el sopor, en la indiferencia y el abandono.
Es cierto que Bulgaria es mayoritariamente cristiana y forma parte de la UE, pero a pesar de todo esto (que como sabemos no significa mucho) me resulta difícil identificarla con “Europa”. Y es que aunque me haya sentido lejos muy a menudo, nunca experimente la sensación de distancia que tuve en Sofía. Me pareció que la ciudad se separaba continuamente, y no solo de mí, sino también de sus habitantes.
Seguro que ya habéis imaginado un poco como puede ser el lugar del que os hablo. Por supuesto que hay edificios de hormigón, largas avenidas y un cielo casi siempre nublado. Pero esto sigue sin decirnos mucho. Lo que la hace diferente es el frío que habita en su interior, la fractura y el cansancio de sus tranvías de la época del comunismo o las paredes descascarilladas. Debe haber algo oscuro en ella (no llego a saber el qué) que hace que Sofía se consuma a sí misma en el tabaco, los casinos y los clubes de estriptís. Algo que hace que sus mafiosos estén cada vez más gordos y que las rubias que les acompañan tengan profundos escotes y cinturas de avispa. Tal vez no hay que darle más vueltas y son precisamente ellos –“la juventud triunfadora del país”– los culpables de que Bulgaria se encuentre detenida en un lugar indeterminado entre el comunismo y el capitalismo. Pero a pesar de la destreza con la que evitan que sus cochazos se hundan en los socavones de las calles, no logran engañar a nadie.
Después de ver las bellas cúpulas doradas de sus iglesias y las esculturas del realismo socialista, caigo en la cuenta de que lleva atardeciendo demasiado tiempo. Como mínimo desde que llegué. Poco más se puede hacer aquí: es hora de volver a casa.
Foto de Eesti
‹ Hüzün


Pues la imagen que tengo de Sofía es de un cielo azul sobre un tranvía blanco con festones rosados, asfalto inmaculado… y esas fachadas y esos árboles…(De dónde has sacado la foto?)Pero el texto me recuerda Bratislava en cuanto sales de las cuatro calles de papier mache del centro.
«Viajes imaginarios» será que sí? De pronto cruzaste fronteras y los viajes están incluso en tus dolores de cabeza, en la lluvia que no cae tan insistente en Madrid, por lo no menos no en el que tengo para mí que es. Alguien escribió que tu escritura está fresca, sí, tal vez se deba a eso. A la frontera que se cruza.
No sé, a lo mejor es un poco bestia, pero a mi es lo que me pareció Sofía… Y la foto la pillé en intenné (sigo sin cámara, robando fotos por ahí…) Si tienes alguna mándamela, que tus fotos están muy bien!