Aún no he encontrado a nadie que odie Istanbul. La aman los turistas, los turcos y todos los que, no siendo ni una cosa ni otra, nos encontramos en ella. Es posible que a veces critiquemos sus aglomeraciones, su suciedad o el ruido, pero aún así es imposible no mirarla con fascinación. Especialmente cuando la bruma del atardecer (o el humo del carbón, quién sabe) la va difuminando. Entonces, por unos instantes, el canto de los almuédanos se impone al tráfico y la ciudad se transforma ante nosotros o, mejor dicho, se nos revela.
Creo que la belleza de esta ciudad procede de sí misma, que es previa a la construcción de iglesias y mezquitas y que por ello logra imponerse a tantas carreteras, puentes y cuarteles que frustran paseos y paisajes. Porque por debajo de la Istanbul republicana y la de los otomanos, la bizantina y la romana, antes incluso de que se levantase el primer templo de la antigua polis griega, esta ciudad ya existía. Y, sin duda, se trataba de una ciudad hermosa.
Los libros de historia relacionan el origen de Istanbul con su emplazamiento estratégico, pero el perfil que dibujan el Mar de Mármara, el Bósforo y el Cuerno de Oro es mucho más que eso. Los griegos que hace veintitantos siglos consagraron Bizancio a sus dioses, intuyeron desde el primer momento que una gran ciudad se levantaría entre los dos mares y los dos continentes. Es posible que al anochecer se entrevieran sobre las columnas del ágora la sombra de los alminares y las torres de hoteles y oficinas. Y es precisamente esa Istanbul intangible la misma a la que llegamos cuando, tal vez entre la muchedumbre, nos descubrimos paseamos por una ciudad silenciosa.
Estambul (o Constantinopla o la nueva Roma o Bizancio…) es tan estática como cambiante y contiene en si misma Europa y Anatolia, la tierra y el mar. Una ciudad donde las murallas son casas y las mezquitas iglesias no puede ser destruida por autopistas ni aeropuertos. Solo nosotros, sus habitantes, sucumbimos a estos pequeños cambios, pero no el verdadero perfil de la ciudad; un dibujo eterno, inmutable, irremediablemente bello.
Categorías:Lugares, Oriente Medio, Turquía
Hola viajero. Es el humo la bruma, pero aun así es poesia. Me alegro de leerte.
También me alegra también saber de tí. Estuve mirando un poco tus viajes por Roma, tus fotos nocturnas. Definitivamente la bruma de esta ciudad es una mezcla entre humo y humedad. Se nota sobre todo en los pulmones…
Bellos post has subido sobre Estambul. Te dejo un fotoblog con algunos viajes y no todas las fotos que debería haber subido. Estuve solo 5 días en estambul, ojalá pudiera volver y perderme entre sus calles nuevamente.
http://www.subiquetellevo.blogspot.com
saludos
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