Un campo que sólo produce piedras. Pueblos pedregosos donde las casas se confunden con las ruinas. Niños cultivando la tierra con arados del siglo pasado. Hombres que caminan por terribles extensiones de vacío o fuman en las cunetas como si esperaran algo.
Calles atestadas de taxis, de humo, de neblina. Calles sin semáforos donde las mujeres, bultos negros, cruzan sin mirar.
Hombres que fuman y miran serios. Hombres silenciosos agolpados en las teterías o la entrada de los cines. En las noches sólo hombres (cazadoras de cuero negro y barberías, pañuelos palestinos.)
Olor a tabaco y a cordero. Restaurantes casi vacíos llenos de metres, camareros y encargados del nargile. Televisiones conectadas a Al-jazzera que transmiten minuto a minuto todas las muertes de Gaza.
Zocos con jabones y especias, con mujeres y turistas. Vertederos y mezquitas al caer la tarde.
Dos mujeres compran zapatos. Son dos mujeres pero podrían ser dos sacos o dos sombras. La tela negra oculta sus pechos y su pelo, a veces también su mirada. Me gustaría levantar el velo, llegar al final de los adarves, cruzar las puertas. Pero aquel es un lugar prohibido. Sobre todo para extranjeros.
fotos: Isa Sanz
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Categorías:Lugares, Oriente Medio, Siria
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