La paradoja alemana

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Berlín, 12.34 de la mañana. Al cruzar el puente veo el pirulí de Alexanderplatz y, sobre el río, una gran escultura de hombres que luchan, bailan o se aman. Estamos a finales de noviembre y el cielo produce, a pesar de su palidez, una sensación pesada. Me arrellano en el asiento. Debe hacer frío ahí fuera.

Las esculturas desaparecen rápido tras las ventanillas y el coche entra en una avenida y después en otra. No podría decir si es la primera vez que paso por allí o las vi hace unos días, cuando llegué a Alemania. Lo cierto es que tan rectas y amplias se me hacen iguales, todas con sus carriles bicis, sus metros puntuales, sus parques… Bajo la luz plomiza de la mañana Berlín parece una ciudad diseñada a la medida del hombre. Pensada al menos, lo que ya es bastante.

El conductor del coche carraspea como queriendo decir algo. Es un alemán alto y rubio con cara de buena persona. He encontrado sus datos en una página web y llevo ya tres horas de viaje con él hasta Berlín. En Alemania no parece necesario hablar con desconocidos –ni siquiera si compartes su coche– así que lo único que sé de él es su nombre (Shasha, creo). Su voz suena grave cuando dice que estamos llegando a Kreuzberg.

Aparca junto al metro, salimos del coche. Cojo la mochila y le pago la cantidad acordada. Parece simpático, aunque eso es lo de menos mientras sea respetuoso. Desde que estoy en Alemania me he acostumbrado a esas relaciones que toman al ser humano como tal. No es necesario ser familia o amigo o amigo de amigos para entrar en el coche de alguien: basta con ir al mismo lugar y querer compartir gastos. La relación que se establece entre aquel conductor con pinta de buena persona y yo es clara y simple y, en mi opinión, tiene mucho de respeto por el prójimo. Somos ciudadanos y obedecemos las normas básicas de convivencia, y esa confianza por el individuo es la razón por la que en Alemania no hay barreras en el metro ni límite de velocidad en la autopista. A veces hasta gente desconocida se sienta en la misma mesa en las cafeterías sin hablar entre sí.

El hombre mete el dinero en la cartera y evita un nuevo apretón de manos. No creo que esté pensando en la manera en la que funciona la sociedad alemana sino que más bien parece preocupado por el trabajo o su novia. Quién sabe. Antes de que pueda sacar más conclusiones, se mete en el coche y desaparece en el tráfico. Irá a otra avenida recta y amplia, tan cuidada como el resto.

Yo también debería moverme de allí, aunque antes tendría que saber donde me encuentro. Quisiera preguntar a alguien, pero me da miedo ser invasivo. Me da la sensación de las barreras entre las personas, aunque invisibles como en el metro o las autopistas, son infranqueables en Alemania. Ocultos tras sus abrigos y sus gorros, los transeúntes respetan los semáforos y el carril bici. La ciudad tiene un ritmo pausado que produce serenidad y concentración; un ritmo tan adecuado para el hombre que angustia a los que estamos acostumbrados a las ciudades inhumanas de los países cálidos. Estamos a mediados de noviembre y hace frío en Berlín. Tanto que sólo las esculturas son capaces de bailar, de luchar o de amarse.

 

Foto de ‘los hombre molécula’ (obra de Jonathan Borofsky) de Rodrigo Caravaca Bongiovani y de las prisas en el metro de Berlín de Ramonfilia.


Dónde está este lugar? Pues Aquí

 

 

 

 

 



Categorías:Alemania, Europa, Lugares

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12 respuestas

  1. Muy buena entrada. Creo que te refieres a http://www.mitfahrzentrale.de que lleva ya un tiempo.

    Supongo que son menos individualistas que nosotros. Muchas veces piensan en el prójimo antes de hacer algo (por respeto y educación). Aunque egoístas los hay en todos lados.

    De todas maneras hay una cosa curiosa: a mí me parecen menos generosos, menos hospitalarios que, por ejemplo, en algún país árabe en él que he estado. No creo que sea por tacañería, mi opinión es que les gusta ser independientes.

    De todas maneras no se puede generalizar, yo hablo desde mi experiencia 😉

  2. Hay valores bonitos también como el silencio. Si hay que llenar el vacío con palabras por llenarlo, no lo hacen. Te respetan y te escuchan y te dejan hablar hasta el final, que no está mal, porque así te enteras de qué te están hablando.

    A veces hay choque, pues los españoles somos dados a interrumpir, porque para el español es importante la empatía y nos sale la pasión de compartir el momento. Pero se aprende a escuchar y a hablar de otra manera.

    Sí, el mitfahrgelegenheit, es lo mejor… Pero no es cierto que dé igual hablar o no. Es porque diste con un conductor de vuelta que apenas hablaba (jejeje), pero en general se habla, la cosa está en que solamente si surge, siguen la conversación, si no, no tienen ese miedo al vacío que deja el silencio. Pero bueno, hay de todo.

    Y, por experiencia, aunque parezca que las normas hay que obedecerlas, no siempre es así, también son muy flexibles y muy abiertos, a la vez que con algunas cosas, un poco cerrados.

    Hay de todo en la viña del señor.

  3. Este año estuvimos de visita en Berlín. Claro que en pocos días no se pueden sacar muchas conclusiones pero en todo momento fuimos atendidos por los habitantes de Berlín con mucha atención y dedicación. Caminaban a veces una cuadra para indicarnos lo que queríamos, siempre con una sonrisa muy amable. Tuvimos la suerte de tomar una guía española encantadora para hacer el tour a pie. Pasamos una mañana encantadora con ella que no solo sabía historia si no que tenía salero y simpatía.
    Gracias por tu psot. Ce

  4. Me ha gustado tu historia y comparto tus observaciones sobre relaciones alemanas entre extraños. Siempre depararán una sorpresa a nuestros puntos de vista, hay que procurar que sea positiva. Saludos

  5. Bueno, gracias por comentar, sobre todo en este tema.
    Hablando de culturas es fácil caer en el estereotipo y en el prejuicio, aunque en cierta manera forma parte del juego generalizar y catalogar incluso si sabemos que los pueblos, las naciones y los estados son términos demasiado abstractos como para definirlos.

    Todo esto que me contáis me suena. Me gusta el silencio, el respeto por los demás y su intimidad (incluso si toleran la desnudez mucho más de lo que lo hacemos nosotros). Sin embargo, aunque aplaudo todos estos logros, no puedo evitar sentir a los alemanes fríos y un poco distantes.

    No sé quien me dijo que a los alemanes los españoles les pareceremos impertinentes y hasta falsos. Me lo creo. Por poner un ejemplo, y dejando ya a los pobres alemanes, esta mañana el barbero turco me ha preguntado de donde era, si tenía novia y cuanto ganaba. A él qué le importará? Pero pensándolo mejor, cuántas veces decimos a alguien, ‘quedamos este fin de semana’ pensando que en realidad no vamos a quedar y, en realidad, ni siquiera nos apetece?

  6. Hola Hombrerrante
    Me ha encantado la entrada, quizás entre otras cosas porque Berlin es para mi una especie de fetiche. Una ciudad en la que se encuentran el Norte y el Sur para acabar dando un quinto punto realmente atractivo.
    Cuidate

  7. Creo que todo depende de en qué punto y momento uno se encuentre en la vida, pues esto influye en la visión de las cosas.

    Es importante no meter todo en el mismo saco, pero al final es cuestión de gustos y de maneras de sentir y de vivir.

    Desde hace ya seis años que vivo en Alemania y he aprendido su registro. Ahora, como dice otra amiga mía española, que lleva unos 20 años en Alemania, soy un poco «acultural», en el sentido de que me es muy fácil cambiar de registro y de código. Ya es automático. Esto es una ventaja enorme, porque se puede jugar con dos jokers. Para mí es muy positivo porque puedo tener lo que quiera en muchos momentos y porque se aprende a vivir en la heterogeneidad y esto te abre la cabeza y el horizonte, te ayuda a entender 🙂

    Al principio de llegar aquí, tenía horas y horas de conversación con españoles y extranjeros (sobre todo latinos) sobre el tema «España-Alemania». He repasado todos los aspectos hasta la saciedad, así que ahora todo eso me parece algo «superado» o al menos no me crea tantas comeduras de cabeza como antes, que era ya un «monotema».

    Una vez que se consigue superar ese estadio de lo «extraño» en tu mente y cuerpo y lo incorportas como tuyo, lo haces propio, todo es normal.

    Recomiendo una película que se llama «Ten minutes older: The Cello and the trumpet», es una recopilación de cortos, entre los que en uno de ellos se trata el tema de lo «ajeno, extraño» frente a lo «propio».
    La película es muy recomendable, muy buena.

  8. Exactamente, el corto es de Claire Denis, se llama «Vers Nancy» (2002).
    Ahí va el link: http://www.youtube.com/watch?v=5lgKyHA8lWk

    • Gracias por tus recomendaciones, Natasha. A ver si puedo verlo…
      Por otra parte, también yo soy un aculturado, aunque en el sentido de navegar entre dos culturas sin llegar a pertenecer a ninguna de ellas. Y a veces esto es una putada… 🙂
      Un abrazo

  9. Soy otra vez Carmen…o caminante; ahora ya dejé el avatar que me acompaña en mi blog.
    Bueno, ya sabes que viví varios años en Berlin, he viajado mucho por todo el país y ahora vivo en el sur, en plena Selva NEgra. Como bien has dicho, la discusión cultural es muy interesante pero también compleja y delicada. LAs culturas son diferentes y eso hace que nos enriquezcamos, a la vez que nos distinguamos, nos alejemos o acerquemos, según afinidades, sean culturales o personales

    Personalmente intento quedarme con lo positivo de lo que me voy encontrando en mis viajes, pero también captando lo «negativo» y analizándolo. Claro, lo que a mí me parezca negativo.
    Qué es «normal»? el concepto de normalidad hay que reinventarlo conforme vamos viajando.

    Tengo muy buenos amigos alemanes, vivo entre ellos y…pues eso, hay de todo. El civismo, lo primero. El respeto por el otro, el pudor, las palabras justas. No sé si es frialdad o es «tanteo». Mis amigos son muy cariñosos y cercanos conmigo. Pero al principio, marcaban las distancias. Me parece más sensato.

    Las «reglas»…pues eso. A veces son más flexibles, cuando procede, a veces no. Pero…a mí hay ciertas reglas cívicas que me hacen falta y que respeto, en la medida de lo posible. Y espero lo mismo de los demás.
    Uf, me está qeudando muy largo el post.
    La imagen que has fotografiado, representa uno de los lugares a los que siempre acudo cuando estoy en Berlin. Por todo lo que representa… 🙂
    –voy de nuevo el próximo miércoles.

    • Hola Carmen,
      la verdad es que a veces lo más fácil es quedarse con los prejuicios, decir que los alemanes son asá o los españoles de esta otra manera. En mi opinión es que las culturas son multiformes, muy difíciles de catalogar y a veces también paradójicas. A veces las interpretamos mal por no entender los códigos, y a veces, cuando entendemos el código estamos ya tan cerca que nos es muy difícil hablar de ellas.
      A mi también me gustan los hombres atómicos. Imagino que en primavera o en verano estarán fantásticos.
      Un saludo y hasta la vista.

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