1. El viajero landartista busca en las tiendas hippies de Lavapies un recuerdo de la India (¿se podría llamar souvenir?) …¿telas?, no. ¿Incensarios?, menos aún. ¿Y una imagen de Ganesh?, Mmm… El viajero landartista es finalmente seducido por un pequeño buda en posición orante al que a partir de ahora denominaremos ‘buda’. El vendedor le ratifica que (casi) seguro que es de la India y que (por ser él) se lo rebaja un euro.
2. El viajero landartista guarda el buda en un pequeño neceser junto al protector solar, unas pastillas del herbolario y su María Auxiliadora. Después de despedirse de sus seres queridos, va al aeropuerto y factura la mochila (y el neceser, que va dentro) con dirección a Delhi (India).
3. Ya en su hotel de Paharganj, el viajero landartista saca al buda y lo coloca junto a una vela (¿falta de luz?, ¿momento místico?). No se lo ha dicho a nadie, pero ha ideado una supuesta obra de arte que consiste en llevar el buda de paseo hasta descubrir el lugar del que procede. Para empezar, el buda y él se dan una vuelta por Dehli sobre un bicitaxi sin descubrir ningún sitio en el que encaje.
4. Tampoco lo encuentran en Manali.
5. Ni en Dharamshala.
6. Después de semanas yendo de un lado a otro sin encontrar el lugar y, dado que, aunque landartista, también es viajero y tiene que volver a casa, empieza a ponerse nervioso. ¿Y si dejase al buda en un altarcillo con unas flores de ofrenda? Demasiado fácil. ¿Y en la cafetería de un monasterio budista con acceso a internet y música de The Police de fondo? No sé, no sé… El viajero landartista está a punto de pasar de misticismos. Si no fuera por la pena que le da, abandonaría al buda en cualquier esquina o montoncillo de basura con restos de chiken tikka masala de los muchos que hay por ahí.
7. Hastiado, el viajero landartista visita sitios lejanos, pintorescos, auténticos, turísticos, con energía, etc, pero solo de vuelta a Dehli se da cuenta de que el lugar apropiado para dejar al buda no es otro que una tienda de recuerdos. De esta manera, embebido en un sentimiento artístico que ya lleva unos días barruntando, el viajero landartista se da una vuelta por los alrededores de Connaugh Place hasta encontrar un pequeño local repleto de Vishnus y Shivas y Ganeshes tan dorados como su pequeña escultura. Pasea, disimula, y cuando nadie lo ve saca el buda de la bolsa y le hace hueco. Ya está. Mientras mira la bella estampa y hace una fotografía (¿será esto la obra de arte?) le da por pensar que esta sencilla preformance debe hablar de los desplazamientos entre lo verdadero y lo falso (lo auténtico y lo inauténtico). O, si no, de algún concepto similar.
8. Los vendedores no se han dado cuenta, todo ha ido bien, y sin embargo, nada más salir del comercio al viajero landartista le asaltan las dudas: ¿será la tienda el lugar adecuado? ¿No es acaso un espacio de transición que precede a otro, mucho más significativo, en el que el Buda será definitivamente exhibido? El viajero landartista, aún sin pretenderlo, no puede dejar de crear ni de actuar performativamente, así que vuelve a la tienda y 1. comprueba con felicidad que nadie ha comprado el buda. 2. pregunta cuánto cuesta confirmando que el vendedor no se ha dado cuenta de su ‘falsedad’. 3. regatea hasta conseguir un precio bastante más barato que el que pagó en Madrid por el mismo objeto y 4. sale de la tienda a. satisfecho con la compra y b. con la sensación de que ha dejado de entender en qué consiste su propia obra.
Fotografías de M.K. Dzunda
Obra ‘mi souvenir de la India’®, de M.K. Dzunda y C.d.M. Gala
Estimado Hosse’nin, siento comentarte que, probablemente para tu mal, te encuentras de lo más encaminado en los senderos de la creación contemporánea. Es lo que tiene la especialidad en el errar («h. pululante» pensé el otro día que aportaba matices nuevos a tu perfil), que al final se hace un camino. Me mantengo totalmente espectante ante la que parece que puede ser tu década de madurez error-creativa, y cuentas conmigo para darle difusión a estos desvaríos. Por lo demás, te apoyo en hacer preformances en vez de performances, de las que se acusa cierto agotamiento en el sector. Mi hermana María inventó hace poco sin querer el término «plataformances» para las cosas que queremos hacer por las calles, por si ves que podemos encontrar sinergias… También me ha gustado que el landartista consiga ser tan incoherente que ni pise la tierra ni piense en ella. Ánimo con ello!
Hola Esther. Creo que al viajero landartista -que ya ha planeado nuevas preformances (o postformances?, ya no sé)- le gustará saber que sus esfuerzos artísticos no han sido en vano y que al menos le interesa a alguien. Espero que no se le suba a la cabeza y le de por performar constantemente, que ya me ha montado alguna que pa’ qué. Y sobre todo a ver si es verdad lo de la década de madurez error-creativa. Inşallah, como dicen por acá.
Un abrazo y hasta la vista!
Hola José,nin: Curiosa relación entre el lugar y el objeto. Entre el origen y el lugar de encuentro. Saludos.
Sí, yo tampoco entiendo muy bien lo que el viajero landartista pretendía con esta obra. Aunque a veces (a su manera) hasta me parece bonita. Un saludo!