Viendo las películas-documentales de Werner Herzog (Munich, 1942) da la sensación de que toda su obra trata de personajes enfrentados a retos imposibles. Acompañados de un dramático fondo musical, nos muestran paisajes desérticos y apocalípticos, selváticos o de alta montaña, lugares inhumanos que llevan al fracaso, a la muerte o a la locura a aquellos que intentan conquistarlos. Loco está el explorador español Lope de Aguirre, convencido de descubrir el Dorado en una selva inabarcable y también Fitzcarraldo, amante de la opera que pretende construir un teatro en plena amazonia peruana. Bastante loco está a su vez Timothy Treadwell, ecologista tan amante de los osos grizzly que, hasta el momento en el que uno de ellos le despedazó, pasaba habitualmente los veranos conviviendo en Alaska con estos animales. Después de ver al propio Herzog relacionándose con Kinsky en su documental Mi enemigo íntimo, uno duda de que este director sea él mismo un ejemplo de cordura y que sus películas no sean un intento más por traspasar algún tipo de límite, puede que incluso cinematográfico. En cualquier caso, de entre todos los personajes que retrató Herzog (además de con él mismo) me quedo tal vez con Reinhold Messner, el primer alpinista que cumplio la azaña de subir los catorce ochomiles. Ese hombre que nos cuenta en la película, entre sollozos, cómo perdió a su propio hermano escalando la cumbre del Nanga Parbat, demuestra tener algo extraño en su interior, un deseo inexplicable por el riesgo que un cineasta como Herzog consigue explotar a la perfección.
‘Reinhold Messner: A veces imagino que camino, durante décadas, tal vez para siempre, acompañado únicamente por los yaks y algunos porteadores. En el sueño paso de un valle a otro del Himalaya, a través de desiertos y bosques, sin llegar a ninguna parte, sin mirar atrás ni hacia delante, caminando hacia el final del mundo.
Werner Herzog: Es extraño, pero tengo exactamente el mismo sueño…’
(para ver los subtítulos hay que poner el ratón encima del icono cuadrado del youtube, en la parte negra de la pantalla. Hay diferentes idiomas, también español).
Foto de Amaia eta Gotzon.
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Solo conozco dos tipos, de entre los muchos que habrá, de personas que van a ninguna parte: las que lo hacen en movimiento y los que prefieren no cambiar de sitio.
Sin duda, ya que se trata de caminar a ninguna parte, prefiero los primeros. Seguro que se lo pasan mucho mejor. Un saludo!