Al parecer, tal y como decía el libro que tenía entre las manos, el sistema político del Líbano se definía como una democracia consociativista. “Vaya palabro”, pensó apartando su mirada por un momento del texto y dejando que se perdiera en el tráfico que rodeaba al taxi. “Aunque, por otra parte, ¿cómo definir un país tan complicado sin usar expresiones complejas?”
Ciertamente, a pesar de su tamaño, el Líbano puede resultar todo un rompecabezas para cualquiera que trate de comprenderlo (incluyendo, tal vez, a sus mismos habitantes). Con una gran variedad de confesiones religiosas (dieciocho, para ser más exactos), su sistema se basa en un reparto de poder entre los diferentes grupos o sectas. De esta manera el presidente es siempre cristiano maronita, el primer ministro un musulmán suní y el presidente del senado un musulmán chií.
“De cualquier modo, consociativista o no, no hay quien entienda este país”, se dijo mirando el caos circulatorio de Beirut. Bajo un cielo luminoso, observándola al ritmo que le marcaban los empellones del tráfico, la capital del Líbano no solo albergaba mezquitas e iglesias de las diferentes confesiones sino también edificios destruidos por la guerra, clubs privados frente a la playa y barrios con postes enormes de Hassan Nasrallah, el líder de Hezbolá. Aunque lo que de veras le producía confusión era el tráfico, excesivo para una ciudad con algo menos de dos millones de habitantes.
“Parece claro que lo que en el fondo falla en este país es su estructura”, le dio por pensar al tiempo que un enorme hummer conducido por una rubia en tirantes casi les embestía por detrás. “No existe el estado, esto es solo un experimento, un país en construcción…” Y aún siguió pensando en ello durante mucho tiempo, atrapado en aquel embrollo de coches, motos y furgonetas que torcían sin encender el intermitente; ahogado en un caos tan absoluto como individualista en el que no logró encontrar nada que se pareciera a un autobús de línea o a un tranvía pagado por el dichoso estado consociativista.
Categorías:Líbano, Lugares, Oriente Medio
Estudio de las democracias, no lo sé. Pero un análisis de la sociedad desde luego.
En Saigón todo el mundo va en moto, pero los pocos coches que se ven son o taxis o cochazos de lujo. Otro aspecto interesante: las jerarquías entre los vehículos a la hora de abrirse paso en ese caos (el grande -camión, autobús- puede con el chico, a no ser que el chico sea un mercedes con banderitas oficiales y una escolta de 6 motoristas con sirenas a todo trapo).