Después de recorrer Kars, Bakú, Ereván y Batumi es inevitable terminar la lista de ciudades caucásicas con Tiflis (o Tbilisi o Tibilisi, aunque no sean del todo correctos) la capital de Georgia y, en definitiva, de todo el Cáucaso Sur. No sé si será por el hecho de encontrarse a medio camino entre Europa, Asia y Oriente Medio, pero Tiflis tiene una arquitectura tan variada y desconcertante que es imposible que os deje indiferente. Y si no me creéis echadle un ojo a esta entrada.
Abanotubani
El barrio de Abanotubani es el más antiguo de Tiflis y el lugar donde se sitúan los famosos baños sulfurosos de la ciudad. Según cuenta la leyenda, los descubrió por casualidad el rey Vajtang I de Iberia (de la caucásica, no de la europea) y le gustaron tanto que decidió trasladar allí la capital desde Mtsjeta. Junto a las cúpulas de los centerarios hamames quedan aún un par de mezquitas que nos recuerda que hasta aquí llegaron pueblos musulmanes como los árabes, los persas o los turcos selyúcidas. Por cierto, si os animáis a venir a Tiflis todo el barrio de Abanotubani está ubicado en una especie de cañón que, aunque pequeño, es curioso de caminar y que termina en una verdadera cascada.
Viejo Tiflis
Cerca de Abanotubani se encuentra la ciudad vieja de Tiflis. Salvo una pequeña zona llena de bares y restaurantes para turistas, el resto del casco antiguo lo compone un puñado de callejuelas destartaladas y casas ruinosas que, por muy sorprendente que pueda parecer, se encuentran habitadas (si curioseáis por las ventanas vais a comprobar que por dentro están bastante mejor cuidadas que por fuera). Me fascina pasear por estas zonas y observar las iglesias georgianas y los envejecidos edificios de viviendas, muchos de los cuales aún con pequeños patios y sus característicos balcones de madera. También hay algunas herrumbrosas tuberías para el gas que sobreviven desde la época soviética.
La avenida Rustaveli
Si seguimos más adelante y cruzamos la enorme plaza de la Libertad y su dorado san Jorge luchando contra el dragón, el patrón del país, llegamos a Rustaveli, la avenida más famosa de Tiflis. Bautizada en honor al principal poeta georgiano, fue construida durante los años de dominación zarista y aún conserva unos cuantos elegantes edificios decimonónicos que parecen haber sido traídos directamente desde Moscú (aunque a menor escala, eso sí). Allí están la mayor parte de las tiendas elegantes y cafés, pero también el Museo y la Galería Nacional (esta última con las fantásticas e infantiles pinturas de Pirosmani) y el antiguo Parlamento que, antes de ser llevado a Kutaisi, fue el lugar elegido para las numerosas protestas y enfrentamientos que siguieron a la independencia de Georgia (se pueden ver bastante bien su evolución en este enlace). Entre todos ellos me quedo con la llamativa Ópera, un extravagante edificio oriental que, dejando a un lado si es muy bonito o un poco feo, resulta desde luego único.
Arquitectura soviética en Tiflis
Los rusos se quedaron bastante rato por el Cáucaso, que debía de ser algo así como su Andalucía, y ya que estaban se pusieron a construir innumerables bloques de apartamentos, esculturas de héroes rusos, un montón de mosaicos y algunas obras del modernismo soviético como ese famoso banco que es como un lego colgado de la montaña. Hay muchos más edificios extravagantes y algunas webs plantean un recorrido por este tipo de arquitecturas que, a pesar de que su interior no se puede visitar y se encuentran algo lejos del centro, merecen bastante la pena. Aunque si no te animas a buscarlos, siempre puedes acercarte a la también soviética Madre Georgia que con su inmenso espadón protege al país de sus enemigos: ahora los rusos que la construyeron.
La arquitectura más loca y modernosa de Tiflis
Si ninguna de estas obras te ha provocado emociones fuertes, siempre puedes arriesgar un poco más y ver los edificios más modernos del país. Calatrava ha hecho mucho daño en España, esa es la verdad, pero el puente calatravista de Michele De Lucchi en Tiflis no se queda atrás. Otro arquitecto italiano, Massimiliano Fuksas, ha construido no muy lejos de allí una extraña sala de conciertos tubular cuya estructura no llego del todo a entender. Y hay bastantes más ejemplos como las cúpulas fúngicas del Palacio de Justicia y algunas torres acristaladas al final de Rustaveli. En cualquier caso, si ya estás un poco cansado de tanta arquitectura, lo que puedo entender, te recomiendo que para terminar esta larga visita que dejes atrás las luces de los casinos y las cúpulas de las iglesias georgianas y que, montaña arriba (casi mejor si vas en funicular), vayas a alguna de los parques que rodean la ciudad. A mi esta cosa que tiene Tiflis de mezclar la naturaleza y la urbe es casi lo que más me gusta de ella, y creedme si os digo que uno se puede perder entre los árboles mientras busca el punto más alto de la ciudad: una torre de comunicaciones que se ilumina por las noches con colores bastante desafortunados. Si aún no habéis tenido suficiente, es posible caminar aún más lejos, a Vake, hasta un siniestro museo etnográfico decorado con la arquitectura típica de las diferentes regiones de Georgia. Mejor que no se te haga de noche allí, sobre todo si no has ido en coche… Tiflis, ¡ver para creer!
¿Quieres saber aún más de Georgia? Aquí tienes la Gran Aventura Georgiana que le pasó a mi amigo Nico hace unos años. Por fortuna el país ha cambiado mucho, así que es improbable que algo así te pueda suceder a ti.
Tblisi es una ciudad encantadora. Pasé varios días aquí, me encantó pasear por sus calles, volvería sin dudarlo!
Es cierto Lluis, la verdad es que es un lugar bastante curioso y es sin duda la ciudad más vital del Cáucaso. Un salut!